En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".

martes, 30 de agosto de 2011

LA LEYENDA DEL ROSARIO DE PÉTALOS DE ROSAS

Las viejas crónicas de la Orden del Carmen cuentan una historia sencilla y emocionante a la vez.
Erase un Hermano lego, que se llamaba Joaquín; rudo y tosco como un roble de las montañas de Castilla, pero cándido y bueno como un trozo de pan. No tenía letras, ni su cabeza estaba ya en condiciones de aprenderlas, por lo que el Superior le encomendó guardar una punta de ganado que poseía el Monasterio; los demás Hermanos le miraban con compasión, pero Fr. Joaquín estaba muy a su gusto con el oficio, porque el campo le hablaba de Dios en el único lenguaje que él entendía.
Con esto dicho se está que Fr. Joaquín era un lego muy piadoso y bueno. Hasta se llegó a susurrar por el Monasterio que Fr. Joaquín veía a la Virgen en el campo y que Esta le cuidaba el ganado mientras él rezaba, porque en sus muchos años de pastor nunca había extraviado una res, ni el lobo voraz en los crudos días de invierno había hecho presa en ninguna de ellas. La historia no dice si estas visiones tuvieron lugar o no, pero afirma que efectivamente Fr. Joaquín era muy devoto de la Virgen y que todos los días le rezaba su rosario mientras conducía su hato al aprisco acogedor. Esto era para él una obligación sagrada, y nada ni nadie podía estorbar su cumplimiento.
Cierto día se le olvidó el rosario en el Monasterio. ¿Cómo rezar ahora su devoción favorita? El candoroso Hermano tuvo una idea original: a la vera de una ciénaga donde abrevaba el ganado, crecía un juncal; arrancó de un tirón unos juncos verdes y con ellos fue atando unas pedrezuelas de diez en diez que separó con un palito atravesado, y así improvisó un rosario con el que pudo cumplir con su devoción.
La Virgen se lo premió. Porque, cuenta la leyenda que al ir a cerrar su rebaño en el aprisco colgó este original rosario de la rama de un próximo enebro por si le necesitaba al día siguiente. Y cuando con la luz del día se acercó al enebro para descolgar su rosario, halló colgada en él una guirnalda de rosas blancas, separadas de diez en diez por una rosa encarnada.
Era el rosario de Fr. Joaquín.
La noticia se corrió por el Monasterio y se quiso perpetuar este regalo de la Virgen a su fiel devoto convirtiendo las rosas en cuentas de rosario. Esta historia, con sabor de leyenda medieval, es la que ha dado origen al rosario de pétalos de rosa de olor permanente hecho con las rosas más fragantes de Castilla y por procedimientos que se han venido transmitiendo en la Orden de generación en generación; fragantes rosas de Castilla, que el azul intenso de su cielo cobra y el clima duro de su suelo fija como ninguna otra región del mundo, que ahora se tornan oración viva a la más perfumada de las rosas, la Rosa Mística, la gloriosa Virgen María.
PP. Carmelitas de Burgos (España)

viernes, 26 de agosto de 2011

NUESTRA SEÑORA DEL AMOR

Son muchos los que rezan y tienen a María, como madre del Amor. Del amor más bello. Nuestra Señora del amor hermoso. Pues, por su Hijo, y a semejanza suya, ha sido la criatura que, con más y mejor ahínco, ha sabido amar. Jesús amó hasta el extremo más inmenso, hasta dar su vida por nosotros; nos amó hasta la muerte y ésta, de cruz. Y María nos dio, hasta el último momento de su vida, la lección suprema del amor inmolado. El amor es donación y servicio, entrega total. Y así fue su vida, entrega total, regalo e inmolación a los demás.

Es aleccionante ver como hace de su vida un acto de amor continuo; al saber que su pariente Isabel, en su ancianidad, iba a tener un hijo, el Precursor de Aquel que llevaba en su seno, correr presurosa a prestar su ayuda; el Evangelio cuenta que salió muy deprisa, olvidándose de sí misma, en lugar de quedarse ensimismada tras el anuncio del ángel, dando gracias a Dios por su primera comunión, la primera del mundo. Es la primera lección que nos da a sus hijos; centra su enseñanza en que el bien, que hay hacerlo con prontitud, muy deprisa; enseña que Dios quiere amor, no liturgia, que Dios no quiere que los hombres suplamos nuestra carencia de amor con un culto farisaico y engañoso. La vida auténticamente religiosa debe expresarse en la atención cuidadosa a los hombres, pues la norma suprema del hombre, más si es religioso, no puede ser otra que el amor. Un amor sin límites, pues la medida del amor es amar sin medida. Amar a todo el mundo hasta olvidarse de uno mismo. El amor bien entendido comienza por los demás y termina por uno mismo. Amor sin ley, pues la única ley del amor es el amor mismo, hacer siempre lo que el amor demanda, pues obrando bajo el imperativo del amor, no habrá posibilidad de equivocarse nunca, ya que Dios, Grandeza Infinita, es amor, "el amor", y por tanto, cuando nos dejamos llevar por el amor, estamos siendo llevados por Dios.

María, por ese amor, fue llevada siempre. En lealtad absoluta, pues la lealtad pertenece a la esencia del amor. Amor es la palabra que define exactamente toda su realidad, todo su ser. La que más ha amado a Dios y a los hombres. La más amada por Dios; la eternamente amada en el Amado. La criatura que debe ser más amada por los hijos y las hijas del Amado. Ella enseña que la vida humana ni puede ni debe ser otra cosa que una relación de amor. Como relata el Cantar de los Cantares, el más bello cantar entre todos, el único, porque es un canto al amor, en el que la esposa -que somos todos nosotros-, de amor enloquecida, va tejiendo y destejiendo, trenzando y destrenzando el embriagante y maravilloso juego del amor con su esposo querido, que es el Amoroso Padre Celestial. Nada hay más fuerte que el amor, fuerte como la misma muerte, impulso radical que emerge irresistiblemente de la esencia profunda de nuestro ser sin que haya poder humano capaz de detenerlo. Porque, además, querer estrangularlo o detenerlo es atentar gravemente contra el derecho más fundamental del hombre, el derecho al amor. El hombre ha sido hecho para amar y para ser amado, en su esencia dada por Dios.

Hemos de amar a Dios, como lo amó la Señora del Amor, con todas las fuerzas del alma, y, con esas mismas fuerzas, tenemos que amar a todos los hombres. Ahí está la gran doctrina cristiana, una idolatría del hombre, pues de los hombres hace dioses; si no amamos a los hombres que vemos, no podemos amar a Dios al que no vemos. Sólo existe un mandamiento, el del amor; la señal inequívoca de que somos cristianos es que nos amamos los unos a los otros; al final de la vida nos van a examinar de amor, sólo de amor; por tanto, no vale la pena vivir, si no es amando, vivir para amar, pera estar continuamente en el amor; hay que hacer de todos los seres huma­nos una comunidad de amor; los cristianos son los locos de amor, se han entregado al amor, confían en el amor, se han confiado al amor. Por eso hemos adquirido el mayor compromiso, pues nada es capaz de comprometer como el amor. El amor lo sufre todo, lo aguanta todo, lo tolera todo, todo lo justifica en el amado. Si no tengo amor, no valgo absolutamente para nada, no soy nada; soy un ser sin sentido, címbalo que resuena.

A Dios no hay que temerlo, hay que amarlo; en el amor no puede haber temor y el que teme, no es perfecto en el amor. Dios es un padre amoroso que nos quiere con amores infinitos, al que nosotros debemos amar con la casi infinita capacidad de amor que Él nos ha regalado graciosamente por su simple amor, no por el nuestro que no necesita, pero lo quiere y nos lo tiene.

Te pedimos, Señora, que el amor nos penetre hasta el fondo del alma; que el Espíritu Santo, el amor substancial, el amor hecho persona, toque nuestro corazón con su palabra única: el amor. De este modo, podremos ir por el mundo sembrando de amor todos los caminos, para acabar con tantas malquerencias, tantos odios, tantas rivalidades y tantas incomprensiones, con el deseo incontenido de que formemos todos, como los primeros cristianos, una comunidad con un mismo corazón y unos mismos sentimien­tos. Ese amor que inunda y embriaga; que es paciente, que es servicial, que no se irrita ni se engríe. Ruega por nosotros para que vivamos el amor; la caridad que no pasa jamás. La caridad es eterna.

sábado, 20 de agosto de 2011

DEVOCION DE LAS TRES AVEMARIAS

¿Existe alguna piadosa revelación que confirme esta devoción?

Sí, una; que por ser muy consoladora, voy a transcribir en toda su extensión:
"Declaró el Señor a Santa Gertrudis que cuantas veces reza un cristiano el Avemaría, otras tantas brotan del seno del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tres impetuosos arroyuelos que van a penetrar suavemente en el corazón de la Santísima Virgen. Luego, saliendo de este mismo corazón, van a buscar su origen, y estrellándose al pie del trono de Dios, cual ola embravecida contra una roca, déjanla poderosísima, según el Padre, sapientísima, según el Hijo, y llena de amor y misericordia, según el Espíritu Santo.

Mientras uno está diciendo el Avemaría corren estos arroyuelos con grande impetuosidad alrededor de la Santísima Virgen inundándola, y vuelven a precipitarse enseguida sobre su Corazón santísimo. Con maravillosa precipitación van a buscar primeramente su origen y, retrocediendo después, se resuelven en gotas brillantes de gozo, dicha y salvación eterna, y caen cual lluvia benéfica sobre los Angeles y Santos y sobre los que recitan entonces la salutación angélica; y de este modo llegan a renovarse cada uno todos los bienes que recibiera por medio de la Redención". (P. Faber: .Todo por Jesús, cap. IV.)
También quiero apuntar aquí otra no menos interesante.

Como Santa Matilde suplicase a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, oyó que la benignísima Señora le decía: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

También se cuenta de Santa Gertrudis que mientras cantaba una vez los maitines con sus hermanas en la fiesta de la Anunciación, vio de pronto en figuras sensibles a las Tres Personas de la Santísima Trinidad, y que del corazón que cada una de ellas parecía tener, salía un rayo que penetraba en el corazón de la Bienaventurada Virgen María. Luego oyó una voz que decía: "Después del Poder del Padre, de la Sabiduría del Hijo y de la Misericordia del Espíritu Santo, nada hay comparable al Poder, a la Sabiduría y a la Misericordia de María."
Bien autorizada queda esta devoción por las revelaciones y el ejemplo de gran número de Santos que desde muy antiguo la vienen usando, seguros de que prestaban un grato servicio a la Virgen rezando las Tres Avemarías para honrar su Poder, su Sabiduría y su Misericordia.
A mayor abundamiento, los Sumos Pontífices, tan devotos de Nuestra Señora, han autorizado con su ejemplo esta devoción y la han recomendado a los fieles en la forma acostumbrada. Pío IX comenzó a rezar las tres Avemarías después de la Misa en su Capilla del Vaticano; León XIII mandó que se extendiese esta práctica a toda la Iglesia. Además, concedió doscientos días de indulgencias a todos los que rezasen las tres Avemarías y añadiesen esta jaculatoria: "Madre mía, libradme en este dia (o en esta noche) de pecado mortal". Pío X concedió trescientos días de indulgencias a los que rezaren las tres Avemarías con esta otra jaculatoria: 

"¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma."
Añadamos para completar lo que venimos diciendo la autoridad de un teólogo tan santo y esclarecido como San Alfonso María de Ligorio, que ensalza y recomiendo de la manera más eficaz, y a cada paso, en sus escritos la devoción de las Tres Avemarías; y el ejemplo de un apóstol tan celoso de la salvación de las almas como San Leonardo de Puerto Mauricio, que predicaba constantemente las excelencias de esta piadosa práctica, y no se cansaba de recomendaría a los confesores para que éstos la inculcasen en sus penitentes como remedio eficaz contra los vicios, señaladamente contra la impureza.

¿En qué consiste la devoción de las Tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla, bien para alcanzar algún favor por su mediación.
[Emblema de María]
¿Cuál es el fin especial de esta devoción?
Honrar tres principales atributos de María Santísima, a saber: el poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría de que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.
[Emblema de María]
¿Y cuál es el fundamento de esta devoción?
La afirmación católica de que la Santísima Virgen poseyó, en el más alto grado posible a una criatura, los atributos de poder, sabiduría y misericordia.
Esto enseña la Iglesia al invocar a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia y Trono de Sabiduría.
[Emblema de María]
¿En qué consiste la Novena de las Tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría durante nueve días. Como hemos indicado en su lugar, la Santísima Virgen prometió a Santa Matilde asistirla en la hora de la muerte si rezaba cada día en su honor tres Avemarías para celebrar los atributos de Poder, Sabiduría y Misericordia con que la enriqueció la Beatísirna Trinidad.
Mas los devotos de María, entendiendo con esto cuán de su agrado es este obsequio, juzgaron que repitiéndolo durante nueve días, quizás alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de su poderosa intercesión. Este es el origen de la Novena eficaz de las Tres Avemarías.
Esas Tres Avemarías son como otras tantas aldabadas que damos a las puertas del misericordioso y compasivo corazón de Nuestra Señora; son como tres aclamaciones angustiosas con que el alma implora su Poder, Sabiduría y Misericordia para el remedio de las múltiples necesidades que la aquejan.
Cuán del agrado de Nuestra Señora sea este piadoso ejercicio, dicenlo muy elocuentemente los muchos y diversos favores, tanto espirituales como materiales, que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las personas que se han servido de ella para implorar la protección de la Santísima Virgen.
Pero lo más consolador son los beneficios espirituales que dispensa la Santísima Virgen por medio de esta Novena. Diríamos que esa bendita devoción es el anzuelo con que María Santísima pesca innumerables almas para el cielo; muchas, ciertamente, serán deudoras de su eterna felicidad en la gloria a la eficacia de esa devota práctica.
Conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que se logró recibieran los últimos Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes extraviados, devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había arrancado la perversión; niatrimnonios que han recuperado el tesoro de la paz y unión, que hacia tiempo habían perdido; almas atormentadas por los escrúpulos y otras penas interiores, que recobraron la paz de conciencia y el sosiego de su espíritu; en fin, devoto lector, que esta Novena parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como del alma.
Si quieres convencerte de ello, pruébalo; haz una Novena o varias para el remedio de tus necesidades o las de tu familia; pero hazla con fe y confianza, y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que experimentarás su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio de tan corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que se lo hace.

martes, 16 de agosto de 2011

ROSARIO A LA ROSA MISTICA

El significado de las rosas


La rosa blanca simboliza el espíritu de oración
La rosa roja el espíritu de sacrificio (para reparar)
La rosa dorada o amarilla el espíritu de penitencia.

 +En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
P. Rosa Mística, Madre de la Iglesia
R. Ruega por nosotros
Introducción
P. Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros
enemigos, libranos Señor, Dios nuestro. En el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
P. Dios mio ven en mi auxilio
R. Señor date prisa en socorrerme
P. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R. Como era en el principio, ahora y siempre por
los siglos de los siglos. Amén.
Oración inicial
Jesús crucificado, postrados a tus pies, te
ofrecemos las «Lagrimas de Sangre» de aquella que te acompaño con tierno amor y compasión en tu vía-crucis. Concédenos la gracia, ¡
Oh buen Maestro !, de tomar a pecho las
enseñanzas contenidas en las «Lagrimas de
Sangre» de tu Santísima Madre, para cumplir tu
voluntad de tal manera que un día seamos
dignos de alabarte y glorificarte por toda la
eternidad. Amen.
Se rezan 7 misterios así:
Las siete alegrías se rezan lunes, miércoles, jueves, sábados y domingos
En las primeras 3 cuentas:
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
1. El Gozo que sintió la Virgen al recibir el
Misterio de la Encarnación.
En lugar del Padre Nuestro:

P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.
No hay gloria.
2 . El gozo que sintió la Virgen en la visita a su
prima Sta Isabel y saber que era la Madre de
Dios.
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.
3. El gozo que sintió la Virgen en el nacimiento
del Niño Dios en el portal de Belén.
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.
4. El gozo que sintió la Virgen al recibir la
Adoración de los Reyes Magos
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.
5. El Gozo que sintió la Virgen en la Triunfante
Resurrección de Jesús.
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.
6. El gozo que siente la virgen por su Asunción
a los cielos y por ser coronada como reina de
toda la Creación.
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.

7. El gozo que siente la Virgen al Peregrina los
méritos de sus lágrimas de sangre por todo el
mundo
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.
R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
En lugar de las Ave Marías, se dice 7 veces:
P. Oh Jesús escucha nuestros ruegos.
R: Por las “lágrimas de Sangre» de tu Santísima Madre.


Los Siete Dolores se rezan martes y viernes.


1.Por la Profecía del Anciano Simeón
2. Cuando se vio obligada a huir a Egipto,
escapando de la persecución de Herodes que
quería matar a su Hijo Amado.
3. Cuando busco por tres días a su Hijo que lo
daban por perdido.
4. Cuando encontró a su Divino Hijo cargando en
brazos la pesada cruz rumbo al Calvario pare ser
crucificado en ella por nuestra salvación.
5. Cuando vio a su Amado Hijo ensangrentado
y agonizante durante tres horas y luego morir
en la cruz.
6. Cuando su Amado Hijo, traspasado el pecho
por la lanza, es bajado de la cruz y depositado
en sus brazos.
7. Cuando contemplo el Cuerpo de su Divino
Hijo en el sepulcro.

Al finalizar el Rosario se repite 3 veces la
oración que va en lugar del Padre Nuestro
P. Oh Jesús mío, mira las Lagrimas de Sangre
de aquella que te tenía el amor mas grande en
la Tierra.

R: Y te ama con el amor mas fervoroso en el
cielo.
R. Por tu Divina mansedumbre, Oh encadenado Jesús guarda al mundo de los errores
amenazantes, Amen.
Oh, Maria Madre del amor, de los dolores y de
misericordia, te suplicamos, reune tus ruegos
con los nuestros, para que Jesús, a quien nos
dirigimos en nombre de tus lagrimas y sangre
maternas, escuche nuestra súplica concediéndonos
con las gracias que te pedimos la
corona de la vida eterna. Amén.
P. Tus lagrimas y sangre, Oh, Madre Dolorosa, destruyan el reino del infierno.
R. Por tu divina mansedumbre, Oh encadenado Jesús, guarda al mundo de los errores
amenazantes.
Oración a la Madre de Dios por el Ofrecimiento de la Preciosísima Sangre de Jesús
Rosa Mística, Madre de la Iglesia, Virgen Santa e Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, yo te ruego, ofrezcas Tú a tu Hijo Divino desfigurado de llagas y sangre, su Preciosísima Sangre al Eterno Padre para mayor honor y adoración de la Majestad Divina, para acción de gracias por todas las gracias y beneficios recibidos, para la expiación de mis pecados y los de todo el mundo, para la conversión de los pecadores, para la conversión mía y enmienda, para alejar todos los pecados graves en este día, para la conservación de la fe en nuestros países, para el retorno y conservación de la juventud en la fe y moral, para salvar a los moribundos, por el Padre Santo, obispos y sacerdotes, por las necesidades de la Iglesia, por los perseguidos por la fe, por mí mismo: para aumentar la fe, esperanza y caridad, para aumentar la gracia y los siete dones del Espíritu Santo, para aumentar la humildad, paciencia, resignación a la voluntad de Dios, para conseguir una muerte santa, para ayuda y consuelo de los afligidos, enfermos e inocentemente atormentados en la tierra, para el consuelo y por la liberación de los oprimidos por el demonio, y por la liberación de las almas del purgatorio, para mayor gozo de los ángeles y santos.

Bendita sea la Preciosísima Sangre de Jesús ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Reina Rosa Mística del mundo, Reina del Universo, nuestra Madre, en Ti y por Ti bendecimos el misterio admirable de la Sangre de Jesús, el potencial más grande de Reconciliación.

Aureolada por el misterio de la Inmaculada Concepción has colaborado con la victoria brillante de la Sangre de Jesús en nuestra redención, y estando al lado de Jesús, el Redentor, te ha hecho Corredentora y Madre de todos los hombres. Por el triunfo de tu Corazón Inmaculado, Dios te ha elegido como Mediadora de todas las gracias.

Oh Santísima Virgen María, Madre, exaltada a un puesto tan alto, te saludamos como Señora y Reina de la preciosísima Sangre de Jesús: rocía nuestras almas con la Preciosísima Sangre de Jesucristo, que da de beber a las almas, para vencer las asechanzas del demonio y andar siempre con celo santo el camino de la virtud. Escribe con la Sangre del Cordero nuestros nombres en el libro de la vida, para que un día después de haber sido devotos de la Preciosísima Sangre de Jesucristo podamos glorificaría en la gloria eterna. Amén.
Ahora se repite 3 veces:
Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al
Espíritu Santo, como era en un principio
ahora y siempre por los siglos de los siglos,
Amén.
Bendito y alabado sea el nombre del Señor
ahora y por toda la eternidad. Amén.
Persignarse: +Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. +En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

lunes, 15 de agosto de 2011

María ha subido al cielo en cuerpo y alma

El triunfo de María es también el triunfo de sus hijos. María ha subido al cielo en cuerpo y alma para decirnos que un día estaremos con Ella, de manera semejante. Ahí nos espera; en ninguna otra parte, con los brazos abiertos para abrirnos la puerta de la gloria.

La mujer que podemos definir como Amor vivió en este mundo sólo amando: amando a Dios, a su Hijo Jesús desde que lo llevaba en su seno hasta que lo tuvo en brazos desclavado de la cruz. Amó a su querido esposo san José, y amó a todos y cada uno de sus hijos desde que Jesús la proclamó madre de todos ellos.

Desde su asunción a los cielos ha seguido amando durante dos mil años a Dios y a los hombres: Es un amor muy largo y profundo. Y apenas ha comenzado la eternidad de su amor.

Dentro de ese océano de ternura que es el Corazón de María estamos tú y yo para alegrarnos infinitamente. Desde el cielo una Madre nos ama con singular predilección. La fe en este amor debe llenar nuestra vida de alegría, de paz y de esperanza.

Dios adelantó el reloj de la eternidad para que María pudiese inaugurar con su hijo nuestra eternidad. Mientras nosotros esperamos, Ella goza de Dios con su cuerpo inmaculado, el que fue cuna de Jesús durante nueve meses.

El cuerpo en el que Dios habitó es digno de todo respeto. Está eternizado en el cielo, incorrupto, feliz como estará un día el nuestro. El cuerpo que vivirá eternamente en el cielo es digno de todo respeto. No se debe degradar lo que será tan dignamente tratado. Pasará por la corrupción, pero sólo para resucitar en nueva espiga y nuevo cuerpo inmortal, incorrupto, puro y santo.

"Voy a prepararos un lugar": Así hablaba Jesús a los apóstoles con emoción contenida. Personalmente se encargaría de tener listo ese lugar. Pero sabemos quién le ayudaría cariñosamente a preparar dicho lugar: María Santísima. Ella le ayudó -y de qué manera tan eficaz- en sus primeros pasos a la Iglesia militante. Ella sigue ayudando con su amorosa intercesión a la Iglesia purgante y, de manera muy particular, a preparar la definitiva estancia a la Iglesia triunfante.

Podremos estar seguros de ver un ramo de flores con una tarjeta y nuestro nombre: Hijo, hija, cuánto me costaste. Pero ya estás aquí. También habrá un crucifijo con esta leyenda: “Te amé y me entregué a la muerte por ti”. Jesús. Habrá un ramo de almendro florido colocado por Jesús de parte de María.

El premio de los justos es el cielo, la felicidad eterna. Poco lo pensamos. Mucho lo ponemos en peligro. “Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo”. Sabremos entonces por qué decía Jesús estas solemnes palabras, cuando veamos con los ojos extasiados lo que ha preparado Dios a sus hijos. Si les dio su sangre y su vida, ¿no les iba a dar el cielo?

Pero aquí andamos distraídos, perdidos, olvidados, comiendo los frutos agraces del pecado que pudre la sangre y envenena el alma. Cuantas veces emprendimos el camino del infierno. Tantas otras una mano cariñosa y firme nos hizo volver al camino del cielo. Pensamos en todo menos en los mejor y lo más hermoso. ¡Pobres ignorantes, ingratos, desconsiderados!


El cielo es cielo por Dios y María. Al fin nos encontraremos cara a cara con los dos más grandes amores de nuestra vida. Entonces sabremos lo que es estar locamente enamorados y para siempre de las personas más dignas de ser amadas. Enamorados de Dios, en un éxtasis eterno de amor: amados por el Amor Infinito, la Bondad Infinita. Ahí comprenderemos los misterios del amor aquí muy poco comprendidos. Volveremos a Belén a amar infinitamente, eternamente a aquel Dios hecho niño por nosotros. Volveremos a la fuente de Nazareth donde Jesús llenó el cántaro de María tantas veces. Volveremos al Cenáculo a quedar de rodillas y extasiados ante la institución de la Eucaristía, y comprenderemos las palabras del evangelista Juan: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Volveremos al Calvario y querremos quedarnos allí mucho, mucho tiempo, siglos para contemplar con el corazón en llamas el amor más grande, la ternura más delicada, y comprenderemos cada uno lo que Pablo decía: “Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Pediremos permiso de bajar a la tierra para visitar los Santos lugares no como turistas sino como locamente enamorados.

Al cielo subió la Puerta del cielo. Sueño en ese momento en que tocaré a la puerta. Y saldrá a abrirme con los brazos abiertos y una sonrisa celestial María Santísima. Tendré que sostenerme para no morir otra vez, pero de puro gozo al ver sus ojos de cielo, su rostro bellísimo, su amor increíble pero real.

María es la mujer más triunfadora. La humilde esclava del Señor ha logrado lo que ninguna mujer famosa ha conseguido. Eligió como meta cumplir la voluntad de Dios; como motivación el amor. El Premio: La Asunción los cielos en cuerpo y alma. Así nos enseña de forma contundente la mejor forma de vivir.

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net

viernes, 12 de agosto de 2011

LOS SIETE DOLORES DE MARIA SANTISIMA

Explicación de la Devoción y Oración

Devoción
Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.
La Virgen comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373):
"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios."
Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:
1. "Yo concederé la paz a sus familias."
2. "Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios."
3. "Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»
4. "Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas."
5. "Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas."
6. "Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.
7. "He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno."

Según San Alfonso María Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que El concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:
1. Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
2. Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.
3. Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo. 4. Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de compartir los sufrimientos  más hondos de la vida de María en la tierra.
La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz. Al pie de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó a Su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas: "Sí, Ella es mi Madre. Jesús, yo la recibo y Te pido que me prestes Tu Corazón para amar a María como Tú la amas."
Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le pedimos que nos ayude a entender el mal que hemos cometido y nos lleve a un verdadero arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, participamos en la redención de nuestros pecados y los del mundo entero.
Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.
(Se aconseja leer del Evangelio las citas que acompañan a cada dolor)


Primer Dolor - La profecía de Simeón
(cf. Lucas 2,22-35)
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico arrepentimiento por mis pecados.
-Padr
enuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre



Segundo Dolor - La huida a Egipto
(Mateo 2,13-15)
Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi vida.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


Tercer Dolor - El Niño perdido en el Templo
(Lucas 2,41 -50)
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre



Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús camino al Calvario (IV Estación del Vía Crucis)

Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron cuando sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)
Contempla los dos sacrificios en el Calvario - uno, el cuerpo de Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu hijo." Y a nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre." María, yo te acepto como mi Madre y quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz
(Marcos 15, 42-46)
Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre



Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro
(Juan 19, 38-42)
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


Oración final
Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.

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